Además de los requete-conocidos fracasos de la “Revolución” castrochavista tales como los de PDVSA y el sector salud, hay otros menos conocidos, que también muestran el deplorable desempeño del gobierno, su incapacidad gerencial y su falta de previsión. Entre ellos están las empresas básicas de Guayana:
Un ejemplo lo da Sidor, ahora des-privatizada. Está empresa proyecta producir 838.000 tm. este año, 80% por debajo de los 4,3 millones de tm. del último año bajo la gerencia de Techint-Ternium, para una caída de mas del 80% en escasamente tres años.
Más revelador aún es el desastre en el que está sumida la Industria del aluminio. Según cifras oficiales (no necesariamente creíbles) la producción nacional de aluminio estuvo 46% por debajo de lo normal durante los primeros cinco meses de 2010.
Hoy, el otrora pujante sector del aluminio, que abastecía el mercado nacional, está impelido a importar ante la ingente caída de su producción. Según Reporte Diario de la Economía, Venalum ha iniciado trámites para importar entre 30.000 y 50.000 toneladas de aluminio, para “cubrir necesidades del mercado nacional”.
Como agravante, resulta que el Gobierno replicó en la industria del aluminio, la misma táctica hipotecaria que utilizó en PDVSA, con las ventas “a futuro” de la materia prima. Buena parte de la poca producción que se está exportando este año, ya fue cobrada y malgastada en 2008 y 2009, así que lo que hoy sale para exportación sólo genera gastos.
Otro agravante es que el colapso de las industrias básicas arrastra consigo otras empresas nacionales privadas procesadoras del aluminio tales cómo las productoras del papel de aluminio, de perfiles y otros insumos para la industria de la construcción y las de autopartes, como por ejemplo las de rínes, entre otras. Hoy, estos productos están condenados a desaparecer o, en su defecto, a depender de las importaciones y por ende a alargar el tiempo de producción, a tener un mayor costo y precios de venta al público más altos.
En el colapso de las industrias básicas se repiten los mismos males que condujeron al deterioro de la Industria Petrolera venezolana y al sector eléctrico nacional: El cóctel de un proyecto comunista con largo historial de fracaso, mezclado con una muy mala gerencia, la desidia, ineficiencia y una galopante corrupción.
Para colmo de los males, en el caso de las industrias básicas de Guayana se suman los graves conflictos laborales, propiciados por el sindicalismo paralelo que financia el oficialismo, el cual suma a más de 100 dirigentes sindicales caídos en los últimos cinco años.
Algunos analistas aducen que el colapso de las industrias básicas se debe en gran parte al colapso del Sistema Eléctrico Nacional, debido al cual el Gobierno ordenó el cierre parcial de las empresas del sector. Para otros, esta decisión del Ejecutivo Nacional, sólo sirvió como mampara para tapar la destrucción a la que la “Revolución” había llevado a las empresas.
Pero, el caso es que ya no se puede tapar el sol con un dedo.
Un ejemplo lo da Sidor, ahora des-privatizada. Está empresa proyecta producir 838.000 tm. este año, 80% por debajo de los 4,3 millones de tm. del último año bajo la gerencia de Techint-Ternium, para una caída de mas del 80% en escasamente tres años.
Más revelador aún es el desastre en el que está sumida la Industria del aluminio. Según cifras oficiales (no necesariamente creíbles) la producción nacional de aluminio estuvo 46% por debajo de lo normal durante los primeros cinco meses de 2010.
Hoy, el otrora pujante sector del aluminio, que abastecía el mercado nacional, está impelido a importar ante la ingente caída de su producción. Según Reporte Diario de la Economía, Venalum ha iniciado trámites para importar entre 30.000 y 50.000 toneladas de aluminio, para “cubrir necesidades del mercado nacional”.
Como agravante, resulta que el Gobierno replicó en la industria del aluminio, la misma táctica hipotecaria que utilizó en PDVSA, con las ventas “a futuro” de la materia prima. Buena parte de la poca producción que se está exportando este año, ya fue cobrada y malgastada en 2008 y 2009, así que lo que hoy sale para exportación sólo genera gastos.
Otro agravante es que el colapso de las industrias básicas arrastra consigo otras empresas nacionales privadas procesadoras del aluminio tales cómo las productoras del papel de aluminio, de perfiles y otros insumos para la industria de la construcción y las de autopartes, como por ejemplo las de rínes, entre otras. Hoy, estos productos están condenados a desaparecer o, en su defecto, a depender de las importaciones y por ende a alargar el tiempo de producción, a tener un mayor costo y precios de venta al público más altos.
En el colapso de las industrias básicas se repiten los mismos males que condujeron al deterioro de la Industria Petrolera venezolana y al sector eléctrico nacional: El cóctel de un proyecto comunista con largo historial de fracaso, mezclado con una muy mala gerencia, la desidia, ineficiencia y una galopante corrupción.
Para colmo de los males, en el caso de las industrias básicas de Guayana se suman los graves conflictos laborales, propiciados por el sindicalismo paralelo que financia el oficialismo, el cual suma a más de 100 dirigentes sindicales caídos en los últimos cinco años.
Algunos analistas aducen que el colapso de las industrias básicas se debe en gran parte al colapso del Sistema Eléctrico Nacional, debido al cual el Gobierno ordenó el cierre parcial de las empresas del sector. Para otros, esta decisión del Ejecutivo Nacional, sólo sirvió como mampara para tapar la destrucción a la que la “Revolución” había llevado a las empresas.
Pero, el caso es que ya no se puede tapar el sol con un dedo.
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